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Espacio personal

Talentos
Ilustración de Susana Gómez para Edebé

Malakai, hombre de bien y dueño de una propiedad próspera, decide emprender un viaje por una larga temporada. Antes de irse, organiza a sus sirvientes para que, mientras él esté fuera, todo funcione correctamente. Conociéndolos como los conoce, los llama y les da un encargo diferente a cada uno:

—Sinón, tú tienes buen ojo para los animales y sabes hacer buenos tratos. Coge estos cinco talentos y multiplícalos mientras yo esté fuera.

Nathan, conoces como nadie el mejor momento para coger la uva. Toma estos dos talentos y multiplícalos mientras yo esté fuera.

Thaniel, trabajas la madera con manos de oro. Mira bien lo que te doy: este talento es tuyo, multiplícalo mientras yo esté fuera.

Malakai se va confiado: ha dado a cada uno la riqueza que puede administrar. Seguro que la utilizan para hacer progresar su finca.

Sinón y Nathan se dan cuenta de que su amo ha confiado en ellos dándoles los talentos. Lo que acaban de recibir es valioso y el encargo es claro: mejorar la propiedad de Malakai con las monedas prestadas. Saben que tienen que estar atentos a la hora de mover los talentos; ¡a veces uno pierde más que gana! Pero se ponen manos a la obra.

Uno y otro trabajan incansablemente. Sinón compra fuertes cabras, hace nuevos rebaños y consigue una buena ganancia. Nathan sigue las vendimias de cerca, obtiene un vino delicioso y sedoso, y consigue una buena ganancia.

Thaniel, en cambio, duda y solo sufre por aquel talento. Es cierto que tiene buenas manos para la madera pero… ¿Y si con sus piezas pierde dinero? O, peor aún: ¿y si gana dinero y se lo roban? Finalmente, movido solo por el miedo, decide no utilizarlo y lo entierra en uno de los campos cercanos.

—Mejor que no pruebe nada. Aquí estará seguro —se repite convencido.
Un tiempo después, terminado el viaje, Malakai vuelve a casa impaciente por ver cómo ha crecido su propiedad. Sinón y Nathan se acercan satisfechos.

—Mira cómo hemos cumplido el encargo, Malakai. Hemos puesto en marcha el dinero que nos diste. ¡Tus talentos en nuestras manos han crecido! —explica Sinón. Nathan añade impaciente:

—Sí, sí, hemos trabajado con esta fortuna y se ha doblado. Los cinco talentos ahora son diez, y los dos talentos son cuatro. ¡Es una gracia de Dios!
Malakai los ha escuchado, contento por sus palabras, contagiado por su alegría.

—Chicos, esto es una gran noticia. Veo que la confianza que os he dado ha sido muy merecida. Si podéis hacer esto con lo que os di, más aún os podré hacer participar de mi riqueza. Y a ti, Thaniel, ¿cómo te ha ido?

—Señor, recibí tu encargo con mucha responsabilidad. Después de pensarlo mucho, enterré el talento para no arriesgarme a perder nada. Ya se sabe, a veces es peor aventurarse… Ha sido la manera de cuidarlo y de garantizar que estuviera seguro.
Malakai, al oír estas palabras, se indignó con él:

—¿Qué has hecho, Thaniel? ¡Los talentos no pueden quedarse enterrados! Los talentos son para crear nuevos talentos, ¡para compartirlos! Lo que recibimos no es nuestro, sino que es para hacer crecer la riqueza de todos. Con tu decisión, has empobrecido el encargo que te hice… ¡No has entendido nada de nada!

 

Mateo 25, 14-30